La mujer así lo hizo, y al poco tiempo creció una hermosa flor. La mujer le dio un beso y la flor se abrió. Allí sentada encontró a una niña muy pequeña y muy linda, como el dedo pulgar de grande, por eso, la llamó Pulgarcita.
Ella colocó a la niña en una cuna hecha con cáscara de nuez y de colchón le puso una hoja de violeta y la arropó con una cobija hecha con un pétalo de rosa.
Una tarde un sapo entro por la ventana mientras pulgarcita dormía. Y dijo: “tu puedes ser una esposa perfecta para mi hijo”.
El sapo y su hijo colocaron a Pulgarcita en un nenúfar, en medio del rio, para que no pudiera escapar. Cuando Pulgarcita se despertó y se enteró que se iba a casar con el sapo, comenzó a llorar. Los peces que lo habían visto todo decidieron ayudarla a escapar navegando por el río. De repente, paso un escarabajo volador y al ver a Pulgarcita se enamoró de ella. Él la llevo a un árbol, que era donde vivía, pero sus amigos comenzaron a burlarse de ella diciendo que era humana, que no tenía alas y que era feísima. Ellos la dejaron ir y Pulgarcita pasó el verano y el otoño bebiendo el néctar de las flores. Cuando el invierno llegó, Pulgarcita temblando de frio, encontró la casa de una ratita y le pidió comida y abrigo. La ratita le dijo: “pobre niña, ¡pasa!”. Y le dio comida y cama por algunos días. Pasando algunos días, la ratita le dijo a Pulgarcita que se podía casar con el topo, que era su vecino, pero la niña se asustó tanto que huyó nuevamente al bosque. Pulgarcita encontró una golondrina y le contó su triste historia. Ésta le invitó a dar un paseo, y la llevó muy lejos, a un hermoso jardín que tenía un castillo. La golondrina dejó a Pulgarcita en una hermosa flor donde se encontraba sentado el príncipe de las hadas. Al verse, se enamoraron el uno del otro, decidieron casarse, y vivieron felices para siempre.
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