Normalmente las rabietas surgen entre los 2 y los 3 años de edad. Cuando el niño no consigue inmediatamente lo que pide, puede enfadarse mucho, llorar, arrojar objetos, arañarse o pegarse contra las paredes. Está invadido por la ira y no tiene la capacidad de controlar sus emociones. No atenderá a riñas, sino que éstas pueden aumentar su rabia. Por lo tanto debemos tener en cuenta lo siguiente:
1- No se debe ceder ante la rabieta.
2- Esperar con paciencia a que primero se tranquilice.
3- Llevarle a algún lugar tranquilo y vigilar que no se dañe.
4- Cuando se le pase, hablar con él o ella, y favorecer que pida perdón. Es importante que desde esta edad empiecen a aprender que no pueden tener todo lo que quieren y a tolerar sus frustraciones. Es necesario que los padres hablen mucho con sus hijos, esto les ayudará a enriquecer su lenguaje, capacidad de expresión, creatividad. Dedicar tiempo a hablar con los hijos supone además una forma de expresar cariño y demostrarles que nos importan.
5- Enseñar las normas a los hijos. Sería ideal decidirlas entre todos, pero la última palabra la tiene los padres. El niño participa, comprende, y se hace responsable de lo que ha decidido. Unas normas claras y sencillas. Y repetirlas las veces que sea necesario de manera tranquila.
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