Igual que en el caso anterior, cada niño lleva su propio ritmo (dentro de unos tiempo, eso sí), y el desarrollo del lenguaje varía en cada pequeño. El mejor modo de estimularle, sin forzarle, es hablarle directamente, mirándole a la cara, sobre objetos que estén presentes para que él pues relacionarlos con las palabras que se le dicen.
Las primeras palabras suelen aparecer hacia el final del primer año y entre los 18 y 24 meses y es cuando comienzan a unirlas de dos en dos para comunicarse.
Intenta entender lo que dice y animarle a que se exprese, si se le corrige todo el rato se corre el riesgo de aburrirle y se le quiten las ganas de intentarlo de nuevo.
Los que más pueden motivarles son los padres: está familiarizado con su tono de voz y es más receptivo a cualquier cosa que venga de ellos.
Fuente: Revista "Farmalive"
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