miércoles, 1 de junio de 2011

¿ HAS OIDO HABLAR DEL BULLING?

ACOSO ESCOLAR


                 
¿Acoso escolar o bulling?

Bulling es una palabra inglesa que significa “intimidación”. Intimidar es forzar a otra persona a hacer algo que no desea hacer utilizando la violencia física o verba.
En términos clínicos, los psicólogos definen acoso escolar como el hostigamiento y maltrato verbal o físico entre escolares de forma reiterada en el tiempo. Para que esto ocurra debe haber un sujeto o grupo agresor y una víctima (agredido) que queda expuesta física y emocionalmente ante el maltratador.
Cuando se habla de acoso o bulling se habla de intimidar, acosar, perseguir,  burlarse del otro, disfrutar o divertirse viendo sufrir o incluso sangrar a un compañero, a veces en presencia de un grupo que tampoco parece sentir pena por la víctima. 

Tipos de acoso escolar

El acoso escolar puede ser verbal, por contacto físico, o psicológico por exclusión.
El acoso por contacto físico es la forma más común entre los niños, y se manifiesta en palizas, peleas y agresiones físicas, como pueden ser golpes, empujones, patadas y puñetazos.  Otra manera de intimidar es la destrucción o sustracción de objetos personales, como dinero, ropa o material escolar.
En el acoso verbal se incluyen los insultos, los motes o apodos y las amenazas.
El acoso psicológico por exclusión suele ser más común entre las niñas, y se caracteriza porque pretende el aislamiento social de la víctima de diversas maneras: 
Ø  difundiendo rumores.
Ø  marginando, ignorando su presencia y evitando el contacto con él/ella en las actividades normales entre amigos o compañeros de clase.
Ø  amenazando a sus amigos.
Ø  realizando críticas de la persona con alusiones a sus rasgos físicos, grupo social, forma de vestir, religión, raza, discapacidad, etc.
Independientemente de la intensidad de la agresión, cualquier tipo de acoso puede resultar muy traumático para quien lo padece. Nunca se debe subestimar el sufrimiento y la angustia que pueden llegar a sentir las víctimas. 

 Factores desencadenantes


Lamentablemente, se trata de un fenómeno cada vez más frecuente en las aulas, debido a diversos factores que se analizan a continuación.
Por un lado, existen cada vez más niños que crecen sin haber interiorizado unas normas de convivencia y de respeto hacia las personas, los animales y las cosas. Es un problema grave, cuya raíz se encuentra en el seno de las familias, cada vez más ocupadas y con menos tiempo para el diálogo, la reflexión y la educación de sus hijos.
Hace algunos años, los expertos señalaban que los chicos y chicas violentos habían recibido o presenciado situaciones de violencia física o psíquica en el seno de su familia.  Hoy en día se sabe, además, que muchos de ellos han vivido situaciones de carencia emocional, en las que no se han sentido escuchados ni comprendidos por sus padres y han desarrollado una falsa omnipotencia que les hace parecer fuertes e insensibles.
En el fondo de cualquier persona que maltrata a otra está la repetición de una situación experimentada como dolorosa, cuya emoción se consigue reprimir infligiendo el daño experimentado a un tercero. Es decir, el niño actúa identificado con una figura fría y distante, para no sentir el dolor y el sufrimiento de no haber sido suficientemente cuidado y querido por sus propios padres.
En muchos medios de comunicación se habla de que la culpa es de los padres, que no ponen límites a sus hijos desde pequeños; en parte, esta información es cierta, aunque con algunos matices.
Los límites impuestos de manera rígida y violenta también generan violencia en el niño. Sólo los límites establecidos desde el amor, en una relación de diálogo y respeto, son límites que protegen al niño de su propia agresividad y le impulsan a crecer y a relacionarse positivamente con su entorno.
Por otro lado, se encuentran los agredidos o víctimas, que suelen ser niños inseguros, tímidos, con una autoestima muy baja, que no se atreven a comunicar a sus padres o tutores su sufrimiento.  Suelen acudir a la consulta porque sus padres, los tutores o, a veces, el pediatra observan en el niño:
Ø  Disminución del rendimiento escolar.
Ø  Retraimiento o aislamiento social.
Ø  Tristeza y cambios bruscos de humor.
Ø  Rechazo a ir la escuela o al instituto.
Ø  Dolores frecuentes de cabeza y vientre sin causa médica justificable.
Ø  Lesiones corporales, golpes y magulladuras.
Ø  Desaparición o rotura constante de objetos personales (ropa, estuche, etc.).

¿Cómo actuar ante el acoso escolar o bulling?

La situación de acoso debe ser siempre abordada directamente en la escuela para detener drásticamente las agresiones y proteger a las víctimas.
En muchas escuelas se realizan talleres para sensibilizar a los jóvenes y ofrecerles los recursos necesarios para hacer frente a una situación de este tipo, vivenciada por ellos mismos o por un compañero.  Siempre el objetivo es no guardar silencio y confiar en que los padres y educadores son los responsables de poner fin al maltrato.
Es de primordial importancia que, además de que la escuela tome las medidas disciplinarias que crea convenientes, el acosador o su grupo se disculpen e intenten, de alguna manera, reparar el daño ocasionado a su compañero.
Cuando se habla de niños y adolescentes que han sido víctimas de acoso, es muy importante tener en cuenta que si no reciben atención psicológica adecuada, el problema podría ocasionar trastornos depresivos, fracaso escolar y enfermedades psicosomáticas.
Los agresores, en cambio, deben recibir atención psicológica para evitar que el problema llegue a generar trastornos  de personalidad y conducta delictiva en el futuro. 

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